domingo, noviembre 29, 2009

LA HISTORIA TOTALMENTE FALSA DE LA ESTATUA DE LAS RAMBLAS.

Ramira era una mujer feúcha que , sobre todo por la noche, sufría unos calentones que derretían la figura de estaño de San Crisóstomo que velaba sus sueños procaces. Ramira era muy estudiosa y gracias a eso tenia un puesto de administrativa en un Ayuntamiento cualquiera donde desempeñaba su oscuro papel sin pena ni gloria.

Vivía sola y ansiaba encontrar el hombre de sus sueños, porque eso es lo que buscaba , algún tipo de príncipe azul que le sacase de su aburrimiento y –porque no decirlo- que le quitase las telarañas del coño de una puta vez.

Entonces apareció él. Herminio era un joven y apuesto mozo de unos treinta y pocos que se dedicaba a dar clases de Conocimiento del Medio en un instituto. Llevaba unos jerséis un poco horteras, bien es cierto, pero por lo demás era muy pasable como hombre y cuando fue al ayuntamiento a pedir un empadronamiento los ojos de Ramira cayeron sobre él.

Cuando empezaron a salir a Ramira le pareció estar soñando. No podía creerse su suerte: culto, educado, de buena familia y con un buen trabajo, como añadido se podría decir que disponía de una verga gorda y venosa de considerables dimensiones que Ramira no dudo en poner a prueba en cuanto tuvo ocasión.

Así las cosas, el idilio no hizo mas que comenzar. Como a ambos les gustaba mucho la cultura en general y la pintura en particular hicieron un viaje a Toledo a admirar los cuadros del Greco. Fue entonces cuando Ramira cayó en la cuenta de que se había equivocado para el resto de sus días.

Cuando estaban delante del “Caballero de la mano en el pecho” Herminio le susurró: “ Permíteme un momento, cariño” se alejo cuatro pasos contados de donde estaba ella y allí en medio de la paz y el silencio toledano se tiro la ventosidad mas larga y ruidosa que se había oído allí jamás. Unas alarmas sonaron a lo lejos. Ramira no supo como reaccionar, contemplo todas las posibilidades, como darle una ostia allí mismo o reprenderle suavemente pero sabía que era la última oportunidad de encontrar un hombre como aquel en su vida y no quería poner en peligro su felicidad.

Herminio se acercó a ella como si tal cosa y le susurro delicadamente al oído: tomemos un helado, que aquí hace mucho calor, luego iremos a ver....”. Ramira estaba impresionada, era como si nada hubiese pasado. Herminio no denotaba sorpresa ni rubor ni nada.

Pasaron los días y el tema cayo en el olvido. Ramira no osaba comentarlo. Pensaron en unas vacaciones en un spa en la montaña. Ambos continuaban su idilio como si fuera el primer día y Ramira no daba crédito a su suerte. Hasta que volvió a suceder. Mientras se daban un baño de fango rodeados de parejas, familias y señoras de la tercera edad una burbuja de enormes dimensiones pugnó por salir al exterior, mientras la concurrencia los miraba asombrados. Al estallar en el aire la monstruosa ventosidad liberó una bocanada de aire hediondo que hizo desmayarse a mas de uno. Herminio ni se inmuto, siguió mirando al infinito y tarareando una canción de moda, como si nada hubiera pasado.

Ramira pensaba que el destino le estaba jugando una mala pasada de nuevo. Lo cierto es que después de ejecutar las monstruosas ventosidades Herminio se quedaba como si tal cosa, como si fuese lo más normal del mundo y no hubiese motivo de asombro.

Herminio no ocultaba sus deseos de casarse con ella, pero Ramira quiso encontrar una solución al problema que amenazaba con arruinarle la existencia.

Una amiga aún mas fea que ella consultó en Google , introduciendo como términos de búsqueda las palabras “pedos brutales”. Aparte de una serie de empresas de producción cerámica de Castellón, que curiosamente aparecían con la coincidencia mas alta, todo apuntaba a un nombre: Hermogenes Larrazabal.

Ni corta ni perezosa Ramira viajó al elegante barrio de Barcelona donde Hermogenes tenia su consulta, un enorme cartel en el portal rezaba “Dr. H. Larrazabal. Ventosidades”. Allí se encontró un sujeto canijo y tembloroso con unas espesas gafas de culo de vaso que sudaba profusamente. “Hola, soy el Doctor Larrazabal soy el único especialista en ventosidades brutales del mundo, tendrá que hacer lo que yo le diga con los ojos cerrados y pagarme, también, estas monstruosas facturas. Ahora le enseñare unas fotos de pacientes míos en actitudes grotescas mezcladas con unas no menos grotescas de las vacaciones con los niños, no diga nada y solácese”.

Tras la intensa charla que duro 30 minutos y en la cual no faltaron las confesiones mutuas, (me atraen los perros, me masturbo con fotos de Benedicto XVI, soy adicto al pegamento...etc) el doctor garabateó una receta y se la dio a Ramira, en actitud teatral y con lágrimas en los ojos.

Cuando fue a la farmacia a por la prescripción, el farmacéutico le dio una botella de cinco litros con un liquido en su interior que parecía orina, con la única salvedad de que había una especie de lagarto flotando en su interior. El farmacéutico le informó: “esto es un remedio azteca, los resultados son casi imprevisibles, tiene una tasa de mortalidad del 15% pero si no se atreve a usarlo también vale para desembozar el vater, bébalo en combinado , con ron o vodka con las comidas”

Tras una serie intensísima de estertores , sudores fríos , nauseas y fiebre Herminio pudo superar su problema, aquellas monstruosas ventosidades quedaron en el recuerdo. Ahora Ramira disfruta de una pacifica vida junto al que ahora es su esposo, ciego sordo y mudo, eso sí, sigue teniendo erecciones brutales que Ramira no duda en disfrutar como puede. Un poco apenada, eso si, coloca a su flamante esposo en la Ramblas a hacer de estatua, disfrazado de astronauta y , de esta manera, complementa su magra pensión de invalidez.

Seré acaso yo, maestro??

Mi foto
Soy un ser con patas que ha caido aquí, mire usted por donde y no tiene ninguna intención de quedarse.

¿Si tu amigo, coprofago, te invitase a cenar por su cumpleaños porque tu eres el UNICO amigo que tiene....?

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